Un genio llamado Año Nuevo

Un genio llamado Año Nuevo

Me llama poderosamente la atención la facilidad con la que vestimos de fiesta algo tan habitual como las campanadas de un reloj que da la hora o los racimos de unos frutos que arrancamos, comemos o bebemos después de pisotear.

Cosas, detalles, alimentos, que dejan de tener un nombre de pila para ostentar el título de símbolo y que, como todos los símbolos, forman parte de un ritual que repetimos cada vez que la ocasión lo requiere.

Nochevieja y Año Nuevo!!

Lo pronunciamos con tantas ganas de despedir como de recibir. Impacientes, esperando la última campanada como el sonido del pistoletazo en la línea de salida. Y le pedimos al Año Nuevo, con mayúsculas de nombre propio, como si fuera el genio escondido en la última uva, ese que va a hacer realidad todos nuestros nuevos sueños y nuestras recicladas frustraciones.

Yo hoy no quiero pedir, sino agradecer. Agradecer lo que ha sido y la oportunidad de lo que será.

Quiero agradecer a quienes pintaron sonrisas y borraron lágrimas, a l@s que arrancaron carcajadas cómplices en medio del drama. A quienes llegaron  y se quedaron y a  quienes llegaron y se marcharon. A l@s que están cerca, a quienes están cuando se necesitan, a l@s que no han sabido estar ni cerca, ni lejos. A aquellos que sumaron, a l@s que restaron, a quienes fueron una ecuación sin solución. A l@s que trajeron y a l@s que se llevaron. A las personas que tocaron el corazón, a las que erizaron la piel, a las que sólo rozaron el vestido. A quienes se tomaron la molestia de profundizar en la persona, a aquellos que sólo se asomaron al personaje. A esos seres que me hicieron el regalo de dejarse conocer y a los que, a través de ellos, me mostraron más a la mujer que late bajo mi dermis. A quienes se presentaron sin disfraces, a quienes se escondieron tras la mentira. A l@s que me enseñaron que es más noble ser traicionado que traicionar y más valiente apostar que esconder un as en el juego de la vida. A las personas que me perdonaron y a las que me dieron grandes lecciones, a las que me hicieron alumna, a las que me dieron bofetadas y a las que me dieron besos.

Gracias a tod@s, porque tod@s contribuyeron a formar este puzzle de experiencias que soy, dispuesta a comenzar un año más.

Gracias, también, a la vida por la oportunidad de sentir que se puede recomenzar, que hay un momento en el que podemos reiniciar, resetear, reemprender el camino. Un momento en el que elegir cómo y con quién. Y yo elijo.

Para este año elijo las sonrisas, las manos abiertas, los corazones desnudos sin corazas, l@s amig@s, los juegos sin trampas, las multiplicaciones, los momentos intensos. Elijo los abrazos, los besos, los sentimientos, las emociones, las personas que saben amar y ser amadas. Elijo los guiños, las palmadas en la espalda, los empujones hacia adelante, arriesgar. Elijo las decisiones, lo sencillo, lo simple, que es donde se encuentra lo mejor de la vida y lo auténtico. Elijo la honestidad y la coherencia. Elijo bailar bajo la lluvia y saltar en los charcos, contar estrellas y buscar tréboles de cuatro hojas. Porque en este 2020… yo elijo!

Feliz año!!

Y, si no quieres que este año se te escape ni una sola de tus metas, pregunta por el taller Hacia tu Meta a Toda Vela

 

QUE NO TE VENDAN SUEÑOS

Llevamos muchos años oyendo hablar de los efectos del estrés en la vida de las personas y de sus causas, que son muchas y conocidas: motivos laborales, ambientales, relaciones personales, actitud negativa o perfeccionista ante los acontecimientos, una pérdida o cambios sustanciales en la vida…

Sin ser una experta en el tema, me atrevería a apuntar a un nuevo fenómeno social que causa grandes niveles de estrés en las personas: los vendedores de sueños.

Creo que es importante que sepas de su existencia y estés prevenido/a. Generalmente actúan disfrazados/as de personas exitosas y felices, aprovechan cualquier conversación para soltar su discurso y se sienten especialmente atraídos/as por las personas más vulnerables. Las puedes encontrar en las redes sociales, en You Tube o en cualquier evento que haya en tu ciudad donde se concentre un cierto número de seres humanos predispuestos a escuchar su canto de sirenas.

Llegados a este punto, no quiero que confundas mi mensaje. No trato de lanzar una bomba incendiaria contra todos aquellos que trabajan por animar a los demás a alcanzar sus metas, sea de una manera profesional o altruista, ni de hacer un alegato en contra de la ilusión, del esfuerzo o de la importancia de soñar y mantener vivos los sueños.

Lo que intento es abrir una brecha entre lo que es una llamada a luchar por aquello que te apasiona y te hace saltar del sofá o la cama cada día, a pesar de los baches del camino, y lo que es un engaño de personas que quieren construir sus sueños a base de manipulación y arenga motivacional.

Las consecuencias de una u otro están claras.

Luchar por aquello que arde dentro te hace feliz, te enriquece, te fortalece, te ilusiona y hace que te brillen los ojos y que te sientas en comunión con el universo.

Luchar por los sueños de otros te estresa, te hace infeliz, te empequeñece, te hace sentir un nudo en el estómago y una presión en el corazón, te lleva a un precipicio de dudas y de competición contra los demás y contra ti mismo/a.

Me gustaría poder darte la clave para distinguir unos de otros, pero eso es algo que sólo puedes reconocer tú, yo sólo puedo darte algunas pistas:

– La primera es conocerte a ti mismo/a. Quién eres tú. Qué cualidades tienes. Qué te hace un ejemplar humano único. Lo que te gusta escuchar, ver, sentir, hacer, decir. Lo que te hace vibrar. De qué tipo de personas quieres rodearte. Tu manera de ser feliz.

– La segunda es conocer tus valores, esos que están presentes a lo largo de tu vida, tus pilares, tus principios y los que quieres encontrar en los demás. Lo que te hace feliz.

– La tercera es preguntarte qué tipo de vida te dibujarías si pudieras diseñarla ahora mismo. Lo que necesitas para ser feliz.

– La cuarta es atrever a cuestionarte si hoy y ahora, haciendo lo que haces, eres feliz.

Y a partir de aquí date permiso para fallar, para caer y volver a levantarte, para ser pequeño/a e ir  poco a poco, para no ser el/la mejor, para sentirte satisfecho/a por cada pequeño avance por insignificante que parezca, para sentirte desanimado/a a veces, para estar triste o eufórico/a, para decidir cuándo sí y cuándo no, con quién sí y con quién no.

Pero, por favor, no malgastes tu inteligencia, tu valor y tu vida comprando los sueños que te quieran vender. Invierte tu fuerza, tu tiempo y tus dones en construir los tuyos.

 

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DEJA DE INTENTAR

DEJA DE INTENTAR

Este verano he decidido dedicarme un buen rato cada mañana a una de mis aficiones favoritas: la lectura.

Me levanto temprano y continúo en la página que lo dejé ayer. De pronto reparó en algo: he leído varias veces la palabra “intentar”. Detengo la lectura y pienso que es un término muy utilizado por mí, también. Una fuerte curiosidad me impulsa a levantarme del sillón y buscar en el diccionario el verbo “intentar”.

Hacer el esfuerzo y los pasos necesarios para realizar algo o lograr cierto objetivo o fin, sin tener la certeza absoluta de conseguirlo.

¡¡¡Sin tener la certeza absoluta de conseguirlo!!! Ahí está la clave.

¿Te has dado cuenta de que, cada vez que introduces la palabra intentar en una afirmación, estás poniendo en duda todo lo que planteas?

El intento implica duda, desconfianza, inseguridad. Expresa un deseo construido desde la certeza de no lograrlo, desde la impotencia de no tener los suficientes recursos, de no contar con la motivación necesaria, desde el temor a no estar a la altura o la vergüenza del fracaso.

Acabo de hacerme consciente de que, si quiero alcanzar mis metas y superarme a mí misma, debo desterrar de mi vocabulario esta palabra. Aunque, probablemente, no baste con evitar el vocablo boicoteador, sino que también sea necesario caminar hacia mi objetivo con la confianza y el entusiasmo de quien se ve perfectamente capaz de lograrlo.

Y, ahora tú, probablemente, te estés preguntando:

– Todo eso está muy bien, pero ¿cómo conseguir esa confianza y ese entusiasmo? ¿Cómo hacer para verme perfectamente capaz de lograrlo?

Sin pretender decirte lo que tienes que hacer, ni, mucho menos, darte una receta mágica, permíteme que te ofrezca unas recomendaciones básicas:

  1. En primer lugar, debes estar completamente seguro de lo que quieres. No basta con pensarlo a modo de deseo, atrévete a dibujarlo en tu mente con todo tipo de detalles, recréate en ello, asegúrate de que no falte ni un solo elemento importante para ti. Coge papel y boli y describe todo lo que ves, imagina que es tu carta a los Reyes Magos, léela, corrígela, especifica claramente lo que buscas. Y, una vez que hayas hecho esto, define tu meta en siete palabras y con un único verbo. De esta forma habrás concretado lo que deseas, tu mente tendrá claro lo que buscas y, juntas, formaréis un tándem perfecto.
  2. En segundo lugar, llega el momento de profundizar en eso que deseas y plantearte cuál es tu motivación más profunda. Pregúntate para qué lo quieres. Vuelve a por el papel y boli y anota ese primer “para qué” que viene a tu cabeza. Ahora pregunta “¿para qué?” a eso que has anotado. Haz esto sucesivamente, por unas cinco u ocho veces. No te limites a escribir lo que te viene a la cabeza, observa, también tu cuerpo, las sensaciones al pensar en ello. Encuentra las palabras precisas, no cualquier cosa. Y pon mucho cuidado a las respuestas, se trata de responder a un “para qué”, no a un “por qué”.
  3. Ahora que ya tienes claramente definida tu meta y conoces tu motivación más profunda, enumera todos los recursos que necesitas, tanto materiales, como personales, marca aquéllos de los que dispones. Comienzan tus primeros pasos y estos consisten en poner en funcionamiento estos recursos con los que cuentas desde el minuto cero y encontrar la manera de conseguir esos recursos que necesitas y de los que no dispones aún. Elabora una estrategia para ello: grado de prioridad, dónde conseguirlos, cómo hacerlo, plazos…
  4. En este momento es fundamental que adquieras un firme compromiso contigo mismo, pero dado que somos seres sociales, una manera de reforzar este compromiso, es la de buscar a alguien a quién hacer partícipe de tu aventura. Esta persona ha de ser positiva, confiable y, lo más importante, que no sea parte implicada, que pueda ser observador independiente. Háblale de tus planes, de tus plazos, comparte tu evolución con él o ella, explícale aquello que te limita y lo que te empodera. Deja que te interpele. Te ayudará a impulsarte y a clarificarte en los momentos más complicados.
  5. Llegado a este punto, sólo falta llenar la mochila para el viaje con lo más importante: tu actitud.

Ser positivo, perseverante, caminar sin desfallecer a pesar de los obstáculos sólo puede lograrse desde la creencia de que cada “fallo” es un aprendizaje sobre lo que no nos sirve, cada “acierto” es otro aprendizaje sobre lo que sí nos sirve y que el éxito no es otra cosa que una ley de probabilidad basada en que cuantas más veces lo hago, mejor lo hago y que cuanto más desafino, más aprendo a afinar.

  1. Y como siempre tiene que haber una postdata, me queda decirte que te permitas premiar cada pequeño paso en dirección a tu meta, no importa si grande o pequeño. Piensa qué te vas a regalar, ya sea algo material o disfrutar de una afición o un tiempo para ti. Te lo mereces.

Con estas sencillas recomendaciones ya puedes dejar de intentar para empezar a hacer, porque vale más hacer poco que intentar mucho.

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NO BESES A LA RANA, NI TE CASES CON LA BRUJA

NO BESES A LA RANA, NI TE CASES CON LA BRUJA

Hoy quiero escribir para todas aquellas mujeres que besaron un príncipe que se convirtió en rana y para todos aquellos hombres que bailaron con la princesa y se casaron con la bruja. Si eres una de esas personas, quizás te interese lo que te voy a decir y, si no, quizás también para no acabar siéndolo.

Al igual que quien ha sufrido un accidente de cualquier tipo, los supervivientes de un naufragio sentimental, tienen miedo a volver a embarcarse de nuevo. Pero nadie ha de quedarse parado por miedo a tropezar. Por eso me atrevo a darte unas pautas para poder acercarte a un barco sin correr a aferrarte a un flotador:

  1. Lo primero ante la ruptura es entender que el dolor y la tristeza, la sensación de fracaso y hasta de culpa, es perfectamente normal. Es un período necesario para la reparación emocional y pasajero, No dejes de entenderlo así. Piensa que no has fallado a nadie, has hecho lo mejor que podías y sabías hacer en esa etapa de tu vida.

Quizás haya momentos en los que la negatividad invada tus pensamientos. Limpiar esa toxicidad con frases como “Lo siento, perdóname, te amo, gracias” del Ho’oponopono, te ayudará.

  1. Reserva un tiempo para estar contigo, a solas. Encontrarás nuevas respuestas a tus preguntas y será una oportunidad para dejar brotar todas las emociones. Deja que tu cuerpo sienta y que el silencio te hable. En estos momentos, la mente va muy rápida y habla demasiado alto. Estar a solas y en silencio te ayudará a serenarla. Márcate un tiempo al día y respétalo.
  2. Hay un tiempo para cada cosa. Ni estés todo el día a solas, ni te lo pases buscando compasión cada minuto. Reúnete con personas optimistas, de confianza, con las que te sientas bien. Pero procura no hablar de tu situación, sólo haría que te estancaras en el bucle y que cansaras a todos los que te escucharan. Habla de ti, no de tu ex-pareja.

Sería ideal que preparases una lista de personas con las que poder quedar para no llamar siempre a la misma.

  1. Aún así habrá momentos en los que no puedas evitar pensar en el pasado, no te culpes por ello, por el contrario, utiliza esos momentos para aprender de él:

– ¿Qué puedo hacer mejor a partir de ahora?

– ¿Qué hice que volvería a hacer?

– ¿Qué de lo que hice no volvería a hacer?

– ¿Qué límites no puse que debería haber puesto?

– ¿Qué quiero cambiar?

  1. A medida que te vayas sintiendo mejor contigo mismo@, vuelve a responder a estas preguntas, quizás en la distancia cambien algunas respuestas.
  2. Es el momento de definir, claramente, algunas cosas. Coge papel y boli e intenta explicar, breve pero precisamente, qué es el amor para ti. Ten en cuenta que no es para todos lo mismo. ¿Qué entiendes tú por amor?
  3. Trata de profundizar un poco más. Describe a tu pareja ideal a todos los niveles: física, profesional, emocional, políticamente, incluso, si eso es importante para ti. Concéntrate en lo que consideras imprescindible e innegociable.

Marca todas aquellas características que son tuyas. ¿Has oído eso de que mejor que encontrar a tu media naranja es ser una naranja completa y unirte a otra también completa? Pues toma todas esas características de la lista en las que no coincides con tu pareja ideal y conviértete tú, un poco más cada día, en esa persona.

  1. Ábrete a la vida, conoce gente nueva, sé receptiv@, optimista. No te cierres a coger rosas por miedo a las espinas, pero tampoco cedas a los caprichos de nadie, no eres un juguete, ni eres madre universal, ni una ONG rodante.
  2. Y como dice un amigo mío, cuando encuentres a alguien que despierte tu interés, pídele que te defina qué es para él/ella el amor. Si no coincide en un 90% con tu definición de amor, ni lo intentes.
  3. Y cuando, por fin, quieras dar a alguien la oportunidad de conocerte y conocerle, empieza de cero, sin mochilas, sin pasado. Es una persona nueva y tú también. Toma tu lista de requisitos innegociables y no renuncies ni a uno solo.

Tal vez no haya príncipes, ni princesas, pero el amor es uno de los más bellos e importantes aprendizajes de la vida. Sé un buen alumno@.

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