Este verano he decidido dedicarme un buen rato cada mañana a una de mis aficiones favoritas: la lectura.
Me levanto temprano y continúo en la página que lo dejé ayer. De pronto reparó en algo: he leído varias veces la palabra “intentar”. Detengo la lectura y pienso que es un término muy utilizado por mí, también. Una fuerte curiosidad me impulsa a levantarme del sillón y buscar en el diccionario el verbo “intentar”.
Hacer el esfuerzo y los pasos necesarios para realizar algo o lograr cierto objetivo o fin, sin tener la certeza absoluta de conseguirlo.
¡¡¡Sin tener la certeza absoluta de conseguirlo!!! Ahí está la clave.
¿Te has dado cuenta de que, cada vez que introduces la palabra intentar en una afirmación, estás poniendo en duda todo lo que planteas?
El intento implica duda, desconfianza, inseguridad. Expresa un deseo construido desde la certeza de no lograrlo, desde la impotencia de no tener los suficientes recursos, de no contar con la motivación necesaria, desde el temor a no estar a la altura o la vergüenza del fracaso.
Acabo de hacerme consciente de que, si quiero alcanzar mis metas y superarme a mí misma, debo desterrar de mi vocabulario esta palabra. Aunque, probablemente, no baste con evitar el vocablo boicoteador, sino que también sea necesario caminar hacia mi objetivo con la confianza y el entusiasmo de quien se ve perfectamente capaz de lograrlo.
Y, ahora tú, probablemente, te estés preguntando:
– Todo eso está muy bien, pero ¿cómo conseguir esa confianza y ese entusiasmo? ¿Cómo hacer para verme perfectamente capaz de lograrlo?
Sin pretender decirte lo que tienes que hacer, ni, mucho menos, darte una receta mágica, permíteme que te ofrezca unas recomendaciones básicas:
- En primer lugar, debes estar completamente seguro de lo que quieres. No basta con pensarlo a modo de deseo, atrévete a dibujarlo en tu mente con todo tipo de detalles, recréate en ello, asegúrate de que no falte ni un solo elemento importante para ti. Coge papel y boli y describe todo lo que ves, imagina que es tu carta a los Reyes Magos, léela, corrígela, especifica claramente lo que buscas. Y, una vez que hayas hecho esto, define tu meta en siete palabras y con un único verbo. De esta forma habrás concretado lo que deseas, tu mente tendrá claro lo que buscas y, juntas, formaréis un tándem perfecto.
- En segundo lugar, llega el momento de profundizar en eso que deseas y plantearte cuál es tu motivación más profunda. Pregúntate para qué lo quieres. Vuelve a por el papel y boli y anota ese primer “para qué” que viene a tu cabeza. Ahora pregunta “¿para qué?” a eso que has anotado. Haz esto sucesivamente, por unas cinco u ocho veces. No te limites a escribir lo que te viene a la cabeza, observa, también tu cuerpo, las sensaciones al pensar en ello. Encuentra las palabras precisas, no cualquier cosa. Y pon mucho cuidado a las respuestas, se trata de responder a un “para qué”, no a un “por qué”.
- Ahora que ya tienes claramente definida tu meta y conoces tu motivación más profunda, enumera todos los recursos que necesitas, tanto materiales, como personales, marca aquéllos de los que dispones. Comienzan tus primeros pasos y estos consisten en poner en funcionamiento estos recursos con los que cuentas desde el minuto cero y encontrar la manera de conseguir esos recursos que necesitas y de los que no dispones aún. Elabora una estrategia para ello: grado de prioridad, dónde conseguirlos, cómo hacerlo, plazos…
- En este momento es fundamental que adquieras un firme compromiso contigo mismo, pero dado que somos seres sociales, una manera de reforzar este compromiso, es la de buscar a alguien a quién hacer partícipe de tu aventura. Esta persona ha de ser positiva, confiable y, lo más importante, que no sea parte implicada, que pueda ser observador independiente. Háblale de tus planes, de tus plazos, comparte tu evolución con él o ella, explícale aquello que te limita y lo que te empodera. Deja que te interpele. Te ayudará a impulsarte y a clarificarte en los momentos más complicados.
- Llegado a este punto, sólo falta llenar la mochila para el viaje con lo más importante: tu actitud.
Ser positivo, perseverante, caminar sin desfallecer a pesar de los obstáculos sólo puede lograrse desde la creencia de que cada “fallo” es un aprendizaje sobre lo que no nos sirve, cada “acierto” es otro aprendizaje sobre lo que sí nos sirve y que el éxito no es otra cosa que una ley de probabilidad basada en que cuantas más veces lo hago, mejor lo hago y que cuanto más desafino, más aprendo a afinar.
- Y como siempre tiene que haber una postdata, me queda decirte que te permitas premiar cada pequeño paso en dirección a tu meta, no importa si grande o pequeño. Piensa qué te vas a regalar, ya sea algo material o disfrutar de una afición o un tiempo para ti. Te lo mereces.
Con estas sencillas recomendaciones ya puedes dejar de intentar para empezar a hacer, porque vale más hacer poco que intentar mucho.
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