por Nieves Rúa | artículos, Cursos y Talleres
Seguramente, has oído y has hablado mucho sobre la mente. A menudo leemos artículos, escuchamos noticias y tenemos conversaciones con la mente como protagonista.
Pero, ¿qué es, exactamente, la mente?
La mente no es otra cosa que esa herramienta que nos sirve para interactuar con el medio. Gracias a la mente, podemos interpretar los estímulos externos y reaccionar ante ellos. Pero también hay que tener en cuenta que esa mente, que se va reprogramando, de forma continua y progresiva, con las experiencias que vivimos, interpreta la realidad y reacciona ante ella conforme a ese mismo programa. Así que podemos decir que la mente va creando nuestra realidad, tu realidad.
Por tanto, tus vivencias, tus decisiones y, con ellas, tu vida, van a depender más de tu mente y su programación que de la realidad.
Así, una araña no dejará de ser una araña dependiendo de quién la mire, pero no representará lo mismo, ni tendrá el mismo efecto en ti que en mí.
Muchas veces habrás oído también hablar erróneamente de “parar la mente”. Y digo erróneamente porque la mente no se puede parar, sería algo así como pretender parar los pulmones o el corazón y seguir viviendo. Tal vez no puedas para la mente, pero la buena noticia es que puedes controlarla, reprogramarla y dirigirla.
Puedes elegir qué pensar, cómo pensarlo, hasta cuándo pensarlo. Esto es, cambiar la forma de pensar en ello y el tipo de pensamientos. Tal vez te parezca que me he vuelto loca o que eso de reprogramar la mente debe de ser algo muy complicado y reservado para algunos superdotados.
Pues bien, cuando eras niñ@, un bebé, no sabías lo que era un perro. La palabra “perro” podía tener el mismo efecto sobre ti que la palabra “cachetupán” que me acabo de inventar. Con el tiempo, oíste hablar de un perro o de los perros a tus padres, a un hermano, a una tía… Quizás te contaron un cuento en el que había un perro como protagonista o una anécdota real vivida con un perro. Así, la primera vez que entraste en contacto con un perro interpretaste si representaba un peligro para ti, si era inofensivo, un animal sucio y lleno de pulgas o un miembro más de la familia. A partir de aquí, entraron en juego tus propias creencias al respecto y, con ellas, tus siguientes experiencias.
Si tu creencia era “el perro es el mejor amigo del hombre”, casi con total seguridad, tus experiencias fueron con perros que lamían tu mano, que se dejaban acariciar por ti, a los que cuidabas o te hacían sentir protegid@. Lo que te llevaría a reforzar cada vez más esa creencia.
Si, por el contrario, la creencia era “los perros son peligrosos porque muerden”, tus experiencias serían con perros que se acercaban a ti intimidatoriamente, te gruñían, te seguían cuando huías de ellos, ladraban y te sobresaltaban cuando pasabas a su lado. Con lo cual, también se reforzó tu creencia sobre perros y peligro. No es el perro en sí, sino lo que tú sientes ante el perro, tu forma de ver al perro, tu idea sobre el perro.
Está claro que no puedes cambiar fácilmente cómo reaccionas ante la creencia, pero sí la creencia que desencadena tu reacción.
Existen dos maneras de hacer esto: desde la mente consciente o desde la mente inconsciente, que es la más rápida, fácil y efectiva.
Hoy, aquí, te voy a enseñar cómo puedes hacerlo de la primera manera, es decir, conscientemente:
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Identifica la creencia que hace que reacciones de una forma indeseada. Por ejemplo: “soy tímid@”, “la gente no me valora”, “la vida es complicada”, “no es fácil solucionar este problema”
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Cambia la creencia, reprográmala en forma positiva: “soy simpátic@ y extrovertid@”, “la gente me valora y me quiere”, “la vida es sencilla”, “es fácil solucionar este problema y sé cómo”.
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Busca pruebas de que esa creencia es cierta. No será fácil, pero no desistas. A lo largo de la vida seguro que has tenido experiencias en las que así ha sido. Por ejemplo: en aquella excursión fui simpática con la gente y no me costó abrirme a ellos, por tanto, “soy simpática y extrovertida”. Busca, al menos, diez ocasiones en las que te comportaste como una persona simpática y extrovertida. Es decir, como alguien con esa creencia que has formulado en positivo.
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Busca situaciones, gente, con la que poder vivenciar y reforzar esa nueva creencia a partir de ahora y analiza el resultado. Tal vez haya momentos en los que la antigua creencia quiera sobresalir, es tu tarea no permitir que lo haga repitiéndote mentalmente la nueva creencia. Y no olvides celebrar los cambios que vayas observando en ti.
No pares tu mente, déjala que trabaje a tu favor.
Si quieres saber cómo reprogramar tu mente de la forma más rápida y efectiva, puedes consultarme, estaré encantada de explicarte mi método exclusivo sin compromiso.
por Nieves Rúa | artículos, Cursos y Talleres
En los últimos años se oye hablar mucho del desarrollo personal, también llamado crecimiento personal, desarrollo humano, superación personal…
A todos nos gusta superarnos, pero la mayoría de las veces lo hacemos tomando a otros como referencia, es decir, haciendo eso mismo que nos enseñaron a hacer desde nuestra más temprana infancia.
Con lo cual, no entramos en un proceso gratificante de descubrimiento, mejora y satisfacción personal, sino en una lucha competitiva y dolorosa por ser más y mejor que otro. Es como si en medio de una carrera en lugar de tener tu mirada en la meta o en el siguiente tramo de la pista, la tuvieras puesta en el que corre por delante de ti, al lado o, incluso, por detrás. Como si, en vez de estar dosificando tu esfuerzo, estuvieras esperando la mueca de sufrimiento del oponente o deseando ver aumentar sus pulsaciones al límite. Y no es extraño si consideramos que en nuestros primeros años nos midieron por notas, nos valoraron por objetivos y nos enseñaron a golpe de temario curricular y siempre bajo la impronta del “sois la peor clase”, “si te esforzaras como tus compañer@s…”, “pues a tu amig@ sí le da la nota para estudiar ingeniería” y otras frases lapidarias y lapidadoras.
Y así has llegado aquí, con tus excesos y tus defectos… ¿con respecto a qué?
Si, como yo, crees que no se trata de competir contra otr@s, sino de competir a favor de ti mism@ este artículo está pensado para ti. Y está pensado para ti porque se trata de un programa para superarte en cinco sencillos pasos, que no por sencillos serán fáciles ni rápidos.
¿Te apuntas al reto?
Paso 1. Hacerte plenamente consciente de tu lenguaje.
Se trata de estar especialmente atent@ a tus palabras. Cada vez que digas algo importante o trascendental, algo que tenga un valor para ti o para los demás, reflexiona lo siguiente: ¿para qué lo dices? ¿con qué intención lo dices? ¿qué efecto pretendes conseguir en el/la de enfrente? ¿puedes conseguir el mismo efecto con otras palabras?. Puede parecerte algo forzado o excesivo, pero a medida que lo practiques aprenderás aspectos muy interesantes sobre ti y sobre tus necesidades y creencias.
Paso 2. No hablar de otras personas con respecto a ti, sino de ti con respecto a ellas.
De esta manera estamos manteniendo toda nuestra responsabilidad y poder sobre lo que pensamos, sentimos, decimos o hacemos. No se trata de lo que los demás nos hacen, sino de cómo interpretamos y vivimos lo que los demás hacen. Por ejemplo, ante la frase “Carlos siempre llega tarde”, puedo reformularla como “Me molesta que Carlos llegue tarde porque lo interpreto como una falta de respeto hacia mi persona” e, incluso, puedo profundizar algo más en mí mism@ “Dado que yo no me respeto lo suficiente, siento que dependo del respeto que me dan los demás, por eso me molesta cuando Carlos llega tarde y no me siento respetada por él”. Y de aquí puedo ir más allá, llegando a tomar una iniciativa de cambio “Quiero empezar a respetarme más, así que le voy a decir a Carlos que la próxima vez que llegue tarde, tendrá que venir a buscarme porque yo no le voy a esperar más”. Como puedes ver, un simple cambio de posición puede darte un margen de libertad para encontrar soluciones y salidas hasta ahora insospechadas para ti.
Paso 3. Comenzar a percibir las situaciones desde un nivel puramente descriptivo, sin suposiciones, ni juicios.
Y te preguntarás en qué consiste la diferencia entre los tres. Pues bien, un juicio sería una frase del tipo “eres un mentiroso”. Una suposición sería algo así como “esto que me estás contando es una mentira como la del otro día”. Mientras que una afirmación meramente descriptiva sería “desde mi punto de vista no me estás proporcionando los suficientes datos como para creer que me dices la verdad”. Adoptar una visión descriptiva u objetiva de los acontecimientos y las personas te enseñará a desdramatizar y relativizar de una manera inteligente y a dejar de reforzar creencias limitadoras.
Paso 4. Analizar aquello que me molesta en los demás reflexionando sobre dónde está eso mismo en mí, bien sea por exceso o por defecto.
Los demás son un mero espejo de nosotr@s mism@s. Por ejemplo: «me molesta que mi pareja no pase más tiempo conmigo y se dedique a otras cosas, como quedar con amigos o salir a correr». Si reflexiono y profundizo en mí, me daré cuenta de que yo priorizo totalmente a mi pareja y me olvido o prescindo de todo lo demás. No reservo tiempo para mí mism@, ni mis aficiones o relaciones. Dependo en exceso de mi pareja, por eso me molesta que ella no dependa de mí. Esta práctica es una buena manera de conocerte a través de las relaciones interpersonales
Paso 5. Tratar de realizar un cambio de perspectiva, es decir, buscar, al menos, otra explicación posible a cada hecho o situación.
Por ejemplo, imagínate la situación siguiente: El otro día comentaste con María que te apetecía ir un día de estos al cine, habéis quedado hoy y, de repente, ha aparecido con su amiga Marta que sabe que te cae fatal. A ti te dan ganas de marcharte y dejarla con su amiga. Sin embargo, cabe una explicación diferente al mismo hecho: tu amiga María se ha visto en el compromiso de quedar con Marta y no se ha atrevido a decirte nada para no fastidiar tus planes. E, incluso, hay otra explicación posible: tu amiga María se ha encontrado cuando iba al cine con Marta y ésta se ha unido al plan sin que María haya sabido evitarlo. Y aún hay otra explicación: María no sabe que Marta te desagrade tanto como para no poder ni ir al cine con ella. Seguramente, habría muchas más explicaciones posibles. Esta búsqueda de explicaciones alternativas a un mismo hecho ampliará tu campo de visión y te hará una persona más abierta a las posibilidades y con más recursos.
Estos cinco sencillos pasos que parecen tan obvios, pueden ser grandes herramientas de desarrollo personal si las pones en práctica.
¿Aceptas el reto?
Si quieres profundizar algo más te recomiendo el microtaller «¿Crítica u Opinión?»
¿Crítica u Opinión?