por Nieves Rúa | Cursos y Talleres
En los últimos años se ha vuelto a un concepto largamente tratado por las religiones como es el perdón. Esta vez no se trata de algo puramente espiritual, sino más bien terapeútico.
Sin embargo, desde mi personal punto de vista, perdonar no es lo mismo que no guardar rencor. Por tanto, lo realmente sanador no sería perdonar, sino liberarte del deseo de venganza, de ese pensamiento fijo de desear pagar con mal a quien te ha hecho mal. O lo que es lo mismo, el justo pero erróneo sistema del “ojo por ojo y diente por diente”.
Tal vez la línea entre perdonar y renunciar a la venganza no sea tan clara para ti, pero déjame que te dé mi explicación y luego decide si debes perdonar o sólo abandonar el rencor.
Algo común a todas las culturas y religiones son los elementos necesarios para que podamos hablar de perdón.
En primer lugar tiene que haber existido una ofensa, del tipo que sea. Esta ofensa tiene que haberse hecho evidente y provocar en el ofendido un agravio o pérdida, un daño en sí mismo.
En segundo lugar es necesaria la existencia de un ofensor, alguien que provoca con su comportamiento, sus palabras u omisiones un daño al ofendido, consciente o inconscientemente.
En tercer lugar ha de darse un cambio en la relación o en la actitud entre ofendido y ofensor, cambio que, generalmente, inicia el ofendido al experimentar el daño.
En cuarto lugar el ofensor debe reconocer su agravio, su error o responsabilidad en lo ocurrido, arrepentirse de ello y solicitar del ofendido el perdón, tratando de reintegrar a la persona al momento previo a la ofensa o compensarle por lo ocurrido, manifestándole la firme voluntad de no volver a dañarle.
Y en quinto y último lugar, el ofendido decide perdonar o no al ofensor, comunicándoselo expresa o tácitamente.
Cierto es que no siempre será igual de factible el perdón. En este hecho influyen factores como son el tipo de relación que une a ofensor y ofendido, la posibilidad de resarcir el daño y de lo públicos que hayan sido la ofensa y la solicitud de perdón.
Veamos ahora en qué consiste el rencor. La RAE lo define como un resentimiento arraigado y tenaz. Es decir, algo que se siente una y otra vez de una forma persistente.
El rencor es un sentimiento que nace de la molestia o enojo que siente una persona por un daño que le han hecho. Dicho sentimiento puede generar una sed de venganza hacia la persona que ha provocado el daño o no. Pero sí deseos de que el ofensor sufra y pague de una u otra manera por lo que hizo.
Por tanto, en el perdón intervienen dos personas, ofensor y ofendido. Pero es decisión del ofendido perdonar o permanecer en el recuerdo del daño o, incluso, en el ánimo de venganza. Sin embargo, en la renuncia al resentimiento sólo participa una persona, el ofendido, dejando al margen de la decisión al ofensor.
Una vez hecha esta aclaración, si no se da en el ofensor el reconocimiento del daño causado y, por tanto, no hay un arrepentimiento, ni una voluntad de resarcir a la persona ofendida, ni una solicitud de perdón a ésta, ¿puede haber perdón?.
Y si, el daño fuera tal que el ofendido no permita bajo ningún concepto volver a comunicarse, ni a tener ningún contacto con el causante del daño, ¿puede haber perdón?
Sin embargo, aunque no se reconozca el daño, ni haya arrepentimiento, ni deseo de restablecer lo perdido por parte del ofensor ¿puede el ofendido renunciar a su deseo de venganza sin que haya un propósito de conservar la relación con el anterior?
Por el contrario, a veces, un perdón mal entendido puede ser peor que una venganza, al colocar al ofendido en una posición de fuerza o poder frente a quien, como cualquier ser humano, solamente se equivocó.
A la luz de esta reflexión entiendo que lo que realmente libera a la persona de un agresor, ofensor o como quieras llamarle, no es el hecho de perdonar, sino de abandonar todo deseo de venganza, todo pensamiento recurrente sobre el daño experimentado y quien lo provocó, que no hacen sino mantener al ofendido en un papel de víctima y en un lazo insano con el culpable. Y esto ocurre cuando el agraviado considera que lo ocurrido ha servido como aprendizaje, conocimiento y crecimiento personal y que hay que enfocarse en el camino que queda por delante y no en el que ha quedado atrás.
Sería pasar de la idea de «perdono, pero no olvido» a la contraria de «me permito olvidar, sin necesidad de perdonarte». ¿Tú qué crees que te favorece?
Y si te resulta difícil pasar página, puedes solicitarme una consulta telefónica personalizada y gratuita de 20 minutos. Estaré encantada de ayudarte a alcanzar tus metas.
por Nieves Rúa | artículos, Sesiones individuales
Dicen que habitamos un universo en expansión acelerada, quizás por eso nos movemos a una velocidad vertiginosa, llenando nuestro día a día de actividades y tareas sin tregua.
También dicen que es mejor estar ocupado que preocupado, aunque a menudo un exceso de ocupaciones se convierte en un motivo de preocupaciones.
Queremos o necesitamos hacer tantas cosas, que no sabemos cómo organizar nuestra agenda, ni nuestra vida, y vamos llenándola de una manera caótica, hasta llegar a sentirnos asfixiados por obligaciones autoimpuestas y carentes de sentido.
Quizás seas tú una de esas personas que creen tener dificultades a la hora de organizarse.
¿Quieres llegar a todo, pero sientes que no llegas ni a la mitad?
¿Te distraes con frecuencia y prestar atención a conversaciones, recordar cosas importantes o mantenerte en tus planes te resulta complicado?
¿No sabes decir “no” a propuestas inesperadas, peticiones urgentes o llamadas de auxilio de cualquiera?
¿Tienes una meta, pero te desmotivas con facilidad y pierdes el norte en un bosque de excusas?
Entonces, sí. Puede que sí seas tú una de esas personas.
En ese caso, prueba a responderte a estas preguntas:
¿Qué tratas de demostrarte a ti mismo y/o a los demás?
¿Cuáles son tus distractores o “ladrones de tiempo”? ¿Qué te aporta cada uno de ellos?
¿Qué necesidad te hace complacer a los demás?
¿Qué importancia tiene para ti tu objetivo del 0 al 10? ¿En qué va a mejorar tu vida cuando lo consigas? ¿Qué aspectos de tu persona, de tu ser, están implicados en ese objetivo?
La buena noticia es que aún estás a tiempo de poner en orden ese “cajón de sastre” que parece a veces tu día a día.
Tal vez podrías empezar a priorizar tareas y a delegar otras. No todo hay que hacerlo hoy, no todo es importante y no todo tienes que hacerlo tú. Quizás haya una escala de prioridades en tu agenda y personas que pueden hacerlo como tú o mejor. No tengas problema en reconocerlo.
Planifica de una forma realista y ajústate a lo planificado, sé firme y responsable contigo y tus necesidades.
Da valor a tu tiempo, a tu espacio, a tus preferencias y a ti mismo. Piensa que para ti has de ser lo más importante y que no tienes el deber de satisfacer las demandas de todo el que se cruza en tu camino hoy.
Ten claros tus objetivos, que se ajusten a lo que, de verdad, buscas y deseas en tu vida. Que tus metas se encuentren alineadas con tu manera de ser y con tus valores.
Y mientras vas implementando estos cambios en tu vida, te ofrezco pequeñas pautas de organización que te acercarán un poco más :
- Recuerda cada día al levantarte declarar cuál es tu objetivo.
- Pon una alerta en tu móvil cada hora que te pregunte: ¿estás enfocad@?
- Selecciona tus actividades y eso a lo que le vas a entregar tu tiempo. Establece concretamente cuánto al día o a la semana y márcalo en tu agenda de Google con recordatorio.
- Comunica a esas personas que te importan aquello que quieres conseguir y lo que vas a necesitar de ellos en tu camino a la meta.
- Planifica todo lo que puedas y hazte el firme propósito de no salirte de ahí. Prémiate por cada día que cumplas tu planificación con algo que te guste por pequeño que sea, tu mente necesita recompensas.
- Marca unos mínimos y unos máximos diarios o semanales y considera esos mínimos una obligación ineludible.
- Y ante todo, sé realista, pero determinado.
Y si, aún así, no logras organizarte de una manera efectiva, puedes solicitarme una consulta telefónica personalizada y gratuita de 20 minutos. Estaré encantada de ayudarte a alcanzar tus metas.
por Nieves Rúa | artículos, Cursos y Talleres
¡Cuántos libros, charlas, talleres, tesis… sobre la comunicación en la pareja! ¡Tanta importancia concedida al diálogo como base de las relaciones! ¡Qué imprescindible el respeto al otro como primer mandamiento de la interacción con los demás!
¿Pero quién se acuerda de la reciprocidad?
Si consultamos el significado de reciprocidad, encontraremos: acción que motiva a corresponder de forma mutua a una persona o cosa con otra.
Es decir, el sano equilibrio de dar y recibir.
La reciprocidad no sólo es una acción, sino que es también una actitud. Una forma de estar y ser en la relación. Algo que nace de dentro y que no es forzado, ni antinatural, que no requiere de una atención o una energía extra invertida en el “tú” o en el “nosotros”.
Es una actitud motivada y motivadora al mismo tiempo. Motivada por los sentimientos y las ganas de apostar, de construir. Y motivadora porque no hay nada más contagioso que las emociones.
La reciprocidad es eso que provoca el impulso de dar con la fe de que no me voy a vaciar y la generosidad de recibir, permitiendo al otro sentir también la alegría de dar.
La reciprocidad es la base de una relación sana entre iguales, sean pareja, amigos, compañeros… Reciprocidad en la dedicación, en el interés, en los sentimientos, en el respeto y en la admiración, en la sinceridad, en el grado de apertura y de implicación…
No se trata de medir, ni de llevar las cuentas, sino de algo que surge de una forma espontánea y fluye naturalmente.
La reciprocidad es un equilibrio que sólo puede nacer de la conexión y el encuentro, del sentimiento más profundo y sincero.
Por eso, cuando no hay reciprocidad, por mucho diálogo y respeto, interés y dedicación, sinceridad y demás ingredientes que tú pongas en la relación, ésta siempre caminará cojeando como alguien con una pierna más larga que otra.
Y ahora, pregúntate:
¿Cómo de equilibrada está tu relación en el dar/recibir?
¿Tienes que pedir o hacer esfuerzos en el intento de que el otro dé algo de lo que esperas?
¿Te decepcionas, te frustras a menudo por ese «algo» que no llega?
¿Tienes que autoconvencerte con excusas, que ni tú te crees, sobre las maneras de ser tuyas o del otro?
Da igual si tu relación corre o camina, siempre que no lo haga cojeando.
Y si estás interesad@ en cómo alejarte de relaciones destructivas, acércate a mi taller NO MÁS RELACIONES TÓXICAS https://ausartu.com/?s=relaciones+t%C3%B3xicas
por Nieves Rúa | artículos, Cursos y Talleres
En los últimos años se oye hablar mucho del desarrollo personal, también llamado crecimiento personal, desarrollo humano, superación personal…
A todos nos gusta superarnos, pero la mayoría de las veces lo hacemos tomando a otros como referencia, es decir, haciendo eso mismo que nos enseñaron a hacer desde nuestra más temprana infancia.
Con lo cual, no entramos en un proceso gratificante de descubrimiento, mejora y satisfacción personal, sino en una lucha competitiva y dolorosa por ser más y mejor que otro. Es como si en medio de una carrera en lugar de tener tu mirada en la meta o en el siguiente tramo de la pista, la tuvieras puesta en el que corre por delante de ti, al lado o, incluso, por detrás. Como si, en vez de estar dosificando tu esfuerzo, estuvieras esperando la mueca de sufrimiento del oponente o deseando ver aumentar sus pulsaciones al límite. Y no es extraño si consideramos que en nuestros primeros años nos midieron por notas, nos valoraron por objetivos y nos enseñaron a golpe de temario curricular y siempre bajo la impronta del “sois la peor clase”, “si te esforzaras como tus compañer@s…”, “pues a tu amig@ sí le da la nota para estudiar ingeniería” y otras frases lapidarias y lapidadoras.
Y así has llegado aquí, con tus excesos y tus defectos… ¿con respecto a qué?
Si, como yo, crees que no se trata de competir contra otr@s, sino de competir a favor de ti mism@ este artículo está pensado para ti. Y está pensado para ti porque se trata de un programa para superarte en cinco sencillos pasos, que no por sencillos serán fáciles ni rápidos.
¿Te apuntas al reto?
Paso 1. Hacerte plenamente consciente de tu lenguaje.
Se trata de estar especialmente atent@ a tus palabras. Cada vez que digas algo importante o trascendental, algo que tenga un valor para ti o para los demás, reflexiona lo siguiente: ¿para qué lo dices? ¿con qué intención lo dices? ¿qué efecto pretendes conseguir en el/la de enfrente? ¿puedes conseguir el mismo efecto con otras palabras?. Puede parecerte algo forzado o excesivo, pero a medida que lo practiques aprenderás aspectos muy interesantes sobre ti y sobre tus necesidades y creencias.
Paso 2. No hablar de otras personas con respecto a ti, sino de ti con respecto a ellas.
De esta manera estamos manteniendo toda nuestra responsabilidad y poder sobre lo que pensamos, sentimos, decimos o hacemos. No se trata de lo que los demás nos hacen, sino de cómo interpretamos y vivimos lo que los demás hacen. Por ejemplo, ante la frase “Carlos siempre llega tarde”, puedo reformularla como “Me molesta que Carlos llegue tarde porque lo interpreto como una falta de respeto hacia mi persona” e, incluso, puedo profundizar algo más en mí mism@ “Dado que yo no me respeto lo suficiente, siento que dependo del respeto que me dan los demás, por eso me molesta cuando Carlos llega tarde y no me siento respetada por él”. Y de aquí puedo ir más allá, llegando a tomar una iniciativa de cambio “Quiero empezar a respetarme más, así que le voy a decir a Carlos que la próxima vez que llegue tarde, tendrá que venir a buscarme porque yo no le voy a esperar más”. Como puedes ver, un simple cambio de posición puede darte un margen de libertad para encontrar soluciones y salidas hasta ahora insospechadas para ti.
Paso 3. Comenzar a percibir las situaciones desde un nivel puramente descriptivo, sin suposiciones, ni juicios.
Y te preguntarás en qué consiste la diferencia entre los tres. Pues bien, un juicio sería una frase del tipo “eres un mentiroso”. Una suposición sería algo así como “esto que me estás contando es una mentira como la del otro día”. Mientras que una afirmación meramente descriptiva sería “desde mi punto de vista no me estás proporcionando los suficientes datos como para creer que me dices la verdad”. Adoptar una visión descriptiva u objetiva de los acontecimientos y las personas te enseñará a desdramatizar y relativizar de una manera inteligente y a dejar de reforzar creencias limitadoras.
Paso 4. Analizar aquello que me molesta en los demás reflexionando sobre dónde está eso mismo en mí, bien sea por exceso o por defecto.
Los demás son un mero espejo de nosotr@s mism@s. Por ejemplo: «me molesta que mi pareja no pase más tiempo conmigo y se dedique a otras cosas, como quedar con amigos o salir a correr». Si reflexiono y profundizo en mí, me daré cuenta de que yo priorizo totalmente a mi pareja y me olvido o prescindo de todo lo demás. No reservo tiempo para mí mism@, ni mis aficiones o relaciones. Dependo en exceso de mi pareja, por eso me molesta que ella no dependa de mí. Esta práctica es una buena manera de conocerte a través de las relaciones interpersonales
Paso 5. Tratar de realizar un cambio de perspectiva, es decir, buscar, al menos, otra explicación posible a cada hecho o situación.
Por ejemplo, imagínate la situación siguiente: El otro día comentaste con María que te apetecía ir un día de estos al cine, habéis quedado hoy y, de repente, ha aparecido con su amiga Marta que sabe que te cae fatal. A ti te dan ganas de marcharte y dejarla con su amiga. Sin embargo, cabe una explicación diferente al mismo hecho: tu amiga María se ha visto en el compromiso de quedar con Marta y no se ha atrevido a decirte nada para no fastidiar tus planes. E, incluso, hay otra explicación posible: tu amiga María se ha encontrado cuando iba al cine con Marta y ésta se ha unido al plan sin que María haya sabido evitarlo. Y aún hay otra explicación: María no sabe que Marta te desagrade tanto como para no poder ni ir al cine con ella. Seguramente, habría muchas más explicaciones posibles. Esta búsqueda de explicaciones alternativas a un mismo hecho ampliará tu campo de visión y te hará una persona más abierta a las posibilidades y con más recursos.
Estos cinco sencillos pasos que parecen tan obvios, pueden ser grandes herramientas de desarrollo personal si las pones en práctica.
¿Aceptas el reto?
Si quieres profundizar algo más te recomiendo el microtaller «¿Crítica u Opinión?»
¿Crítica u Opinión?